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Navegando

Sí es verdad. Siempre llego tarde y, sobre todo, cuando no me lo propongo.
Ahora me toca navegar. Los remos se me hacen grandes y el control del velamen es tremendamente complicado.
Creo perder la razón cuando veo la de participantes que hay en la regata, la de posibilidades de abordaje, la de botines que capturar.
Temo, también por el casco de mi barco, por la seguridad del "intrépido". Espero encontrar al capitan de la "perla negra" para que me enseñe la maestría con el timón y navegar juntos hacia isla tortuga.
No sé si soportaré el vaivén del oleaje y, quizás, las nauseas me hagan zozobrar, pero creo que encontraré muchos motivos para aferrarme al palo mayor y, si hace falta, atarme a él como hizo Ulises para no sucumbir a los cantos de Sirena.

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