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Impersonal

Sentías una gran melancolía.

Sentías tu alma como si un gran lienzo gris la enolviese.

Sentías tu interior como un día oscuro y lluvioso; un día de esos en que, sin saber porqué, te en cuentras en la mesa de una cafetería perdida de la mano de Dios, observando por la ventana cómo llueve sin parar sobre el asfalto. Y te quedas mirando las gotas de lluvia caer en los charcos y, ni siquiera, te preguntas porqué estás así. Prefieres no pensar; es más, te lo prohibiste hace rato. Te pudo la angustia.

Y te sientes idiota. LLevas tanto tiempo así que probablemente el café ya se te enfrió. Un café aguado de una cafetera vieja y grasienta, en una taza agrietada, teñida, por el paso del tiempo de un amarillo pálido. El platillo aún es balnco, pero sólo conserva dos letras rojas de lo que antes era el nombre de una marca de café.

Entonces entró.

Te brillaron los ojos tenuemente y saliste de tu embobamiento.

Le ibas a decir que no pidiese nada, que mejor os ibais a otro sitio, pero, ¡ay! t lentitud. Ya había pedido un café con leche, que le trajeron , al momento, en una taza, si cabe, más roñoso que la tuya.

Miró con ojos desorbitados la taza camuflada entre pegotes de a saber qué. Le miraste con media sonrisa en plan:" te lo iba a decir, pero..."

Te miró, soltó un peeuqeño suspiro de resignación y os reísteis abiertamente.

-Noo has dicho esta boca es mía. ¿Te pasa algo?

-No, que va. Es este tiempo, me pone triste.

Anda cuéntame. ¿Qué tal el día?

Lo que contaba parecía gracioso, pero dejaste de escuchar. Te diste cuenta de algo.

Por dentro seguías sintiéndote como una de esas canciones nostálgicas, monótonas, al compás del leve rasgueo de las cuerdas de una guitarra, cantada por una chica de voz clara y triste, pero álgo había cambiado. Había un elemento que aunque no podía solucionar tus problemas te hacía olvidarlos, y olvidarte de tí para  pensar en positivo. Y eso te hacia sonreír.

Su historis había terminado y te miraba fijamente. Entonces, te inclinaste hacia delante, cerraste los ojos , los cerró a su vez y os besásteis.

-¿Esto, a qué viene? dijo

-Gracias.

Y una pequeña lágrima rodó pr tu mejilla mientras buscabas algo de suelto en la cartera para pagar los cafés.

Salisteis abrazados del bar y os sumergisteis de nuevo en el me´lancólico, dtriste y lluvioso día gris.

Pero eso, eso ya, daba igual.

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